Cuando decidimos poner en marcha un jardín en nuestra casa, a menudo nos encontramos con el problema de que no sabemos cómo regar las plantas. Existen diversos sistemas de riego, aparte del uso de la tradicional regadera. El trabajo de riego a mano garantiza que llegue el agua a todas las partes del parterre, sin embargo, es un trabajo engorroso en el caso de grandes superficies verdes.
Los sistemas mecánicos son mucho más cómodos, aunque tendremos que estudiar la ubicación de la salida del agua, para que no queden plantas sin agua. También tenemos que tener en cuenta que cada árbol, arbusto y flor necesita una cantidad específica de agua, que también varía dependiendo de la época del año, de la composición del suelo o de las condiciones climatológicas.
Los sistemas de riego más extendidos para el jardín
Uno de los métodos de riego mecánico más utilizado es el de aspersión. Es el sistema más habitual para cuidar el césped de piscinas y parques de las grandes ciudades.
La distribución de agua se hace mediante aspersores: estos pequeños aparatos mecánicos riegan mediante chorros, que suelen suministrar el agua de manera radial. Además, la aspersión dispone de la ventaja de que humedece mucho el ambiente, lo que favorece la transpiración de las plantas.
El problema de los aspersores es que gastan mucha agua y en un pequeño jardín no son muy rentables. Empapan de agua todas las plantas, y muchas de ellas pueden no necesitar tanta cantidad. El césped es el que mejor aprovecha la aspersión.
El riego a mano es otro de los más utilizados. Es el tradicional sistema de la regadera o de la manguera de agua, que distribuye el agua por las plantas una a una. Desde luego, es el mejor modo de mantener un jardín cuando éste tiene reducidas dimensiones, o bien, cuando tenemos algunas macetas con flores y plantas en la terraza de casa.
La regadera tiene la ventaja de imitar el agua de lluvia sobre las plantas. Muchas de ellas tienen las hojas muy grandes y acumulan en su superficie polvo que les impide transpirar.
Este sistema elimina la suciedad que se pueda acumular en las hojas, aunque también podemos recurrir a difusores con spray que rocíen directamente con agua la superficie. En el caso de que usemos turba, el riego directo a mano es el más adecuado.
Para asegurarnos de que el agua llega a todo el sustrato, introduciremos un dedo para comprobar la humedad. En la mayoría de las ocasiones es suficiente con mojar el tercio superior de la turba, porque el agua baja poco a poco hasta la parte inferior, humedeciendo todas las raíces.
El sistema por goteo suele ser bastante caro, aunque es muy cómodo y ahorra mucha agua. Al funcionar con temporizador, el riego se realiza sin necesidad de vigilancia y utilizando sólo el agua estrictamente necesaria. Con esta fórmula se riega con poca frecuencia (dos veces a la semana durante una o dos horas), pero con efectividad.
Cómo regar las plantas de interior:
Cuando tenemos plantas en casa, lo más normal es tenerlas en macetas. Para suministrar el agua necesaria un buen método es regar por abajo, o como se suele hacer habitualmente, poniendo un plato de agua bajo la maceta para que la planta absorba lo que necesite.
Con una hora, habrá satisfecho su sed, así que una vez finalizado este periodo, debemos retirar el plato. En el caso de ambientes secos en el hogar, el agua que se evapora del plato servirá para humedecer el ambiente.
El problema de las plantas de interior es que tienen menos luz. Por eso necesitan menos agua y es conveniente limitar el riego. Cuando observemos muestras de que necesitan agua, será entonces el mejor momento para hidratar las raíces.
Cuándo regar:
El mejor momento para cubrir las necesidades de las plantas se encuentra en las primeras horas de la mañana. Y también en verano, aunque la opinión más extendida considera que durante el estío es mejor regar por la tarde. Esta opción no es errónea, pero durante la noche el agua no se utiliza y permanece sin ser absorbida hasta las primeras horas del día.
Si disponemos de sistemas de riego mecánicos, la mejor solución es ponerlos en marcha antes de que amanezca, para que durante las primeras horas de la mañana las plantas vayan bebiendo poco a poco.
Ofrecer a las plantas el agua que necesitan:
Siempre tenemos que tener en cuenta que no siempre un riego frecuente y programado es lo que necesitan las plantas. Cada una tiene sus propias exigencias y, por eso, no podemos olvidarnos de las circunstancias y de las necesidades de cada ejemplar.
Conocer la calidad del suelo puede darnos pistas inequívocas del riego más adecuado para el jardín. Los suelos arenosos retienen menos agua que los de arcilla, así que necesitarán más riego. Como es obvio, el calor y el viento seca las plantas, por lo que requieren más agua, al igual que las plantas grandes tienen mayores necesidades que las pequeñas o las que acaban de germinar.
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